martes, 5 de febrero de 2013

El fútbol se desmarca de la deportividad

El pasado lunes día 4 de febrero saltaba la noticia. La Europol lapidaba la deportividad del fútbol con una frase tajante: el amaño de partidos de fútbol es real. Con esta frase la alarma se encendió y será difícil apagarla.

Difícil de asimilar este duro golpe. Un golpe que no solo lo han recibido aquellos clubes implicados en la desvergonzada trama de compra-venta de partidos, también nosotros, los aficionados, los receptores del espectáculo deportivo que transmite un partido de fútbol, hemos recibido un duro golpe. Pero no a base de acusación ni a base de encarcelación, sino a base de cortarnos toda alegría, esperanza y pensamientos positivos que teníamos a favor de un deporte, que a priori nos parecía un deporte limpio, competitivo y que nos trasmitía todos los valores de superación personal y de trabajo en equipo, pero que ahora asomamos la cabeza por esa ventana que con anterioridad estaba cerrada y con la persiana bajada, y que a través de un pequeño agujero hemos visto la realidad, la dura realidad.

Y esto se ha dado gracias al interés en esta sociedad del 'papel moneda'. El bien de todo bien, y el bien de todo mal. Ya son muchos los que han perdido la emoción del fútbol, porque piensan que en vez de ver un deporte, ven a millonarios sobre el terreno de juego, millonarios en los palcos presidenciales y los llamados "bin Laden" muy presentes en las cajas fuertes de los clubes. Eso sí, de los clubes poderosos económicamente hablando. Porque otra consecuencia del "don Dinero" en el fútbol, y en cualquier otro deporte es la desproporción que crea dentro del ámbito de la competitividad: el mejor es el que más tiene. Pero eso es un tema que requiere unas cuantas de hojas más y un tiempo que no estoy por la labor de perder.

Valoramos mucho un deporte donde la práctica ilegal es normal. Y ahora que se ha desmantelado toda una trama dedicada única y exclusivamente a "ensuciar" dinero con el sobrenombre del siempre "limpio" Fútbol, recapacitamos si aquellos ánimos y gritos con su consecuente afonía del post-partido, fueron productos de una heroicidad o simplemente fuimos meros actores de un espectáculo programado con incentivos por debajo de la mesa.

Querría terminar esta pequeña reflexión con una frase muy repetida en el ámbito deportivo, una frase del siempre recordado piloto brasileño Ayrton Senna, tres veces campeón del mundo de F1: "El segundo es el primer perdedor", en este caso el primer perdedor es el primero, el que adelanta a todos en las fechorías de este mundo ilegal y da ejemplo del mal hacer.

Manuel Rodríguez Fuertes

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